"Pensé que estaba caminando solo; estaba muy fatigado, no obstante continué viajando. Me pareció que iba a una reunión, que era el día del juicio y que yo iba a ser juzgado.
Cuando tuve a la vista la casa de reunión, vi multitudes de personas viniendo de cada dirección, y presionando con gran ansiedad hacia la puerta de ese gran edificio; pero yo pensé que estaba a tiempo, por lo tanto no había necesidad de estar en un apuro. Pero llegando a la puerta, la encontré cerrada; golpee para ser admitido, y fui informado por el portero que había llegado demasiado tarde.
Me sentí extremadamente preocupado y oré fervientemente para ser admitido. Pronto descubrí que mi carne estaba muriendo. Continué orando, hasta que mi carne se seco sobre mis huesos. Yo estaba casi en un estado de total desesperación, cuando el portero me preguntó si yo había hecho todo lo que era necesario en orden para recibir la admisión. Yo le respondí, que yo había hecho todo lo que estaba en mi poder para hacer. 'Entonces', observó el portero, 'la justicia debe ser satisfecha; después de esto, la misericordia reclamará lo suyo.'
Entonces me ocurrió que llamé a Dios en el nombre de su hijo Jesús y grité, en la agonía de mi alma, 'Oh, Señor Dios, te suplico, en el nombre de Jesucristo, que perdones mis pecados.' después de lo cual me sentí considerablemente fortalecido, y comencé a mejorar. El portero o ángel entonces remarcó, que esto era necesario para defenderse mediante los méritos de Jesús, porque el era el abogado ante el Padre y un mediador entre Dios y el hombre.
Ahora estaba entero y la puerta estaba abierta, pero al entrar, yo desperté."
En este sueño vemos como se reunieron las multitudes desde todas las direcciones para ser juzgados, José Smith, padre, notó que las personas llevaban prisa y pensó que no tenía porque apurarse pues iba con tiempo, al llegar el guardian de la puerta le informó que había llegado demasiado tarde.
En 2 Nefi 9:41-43 tenemos las siguientes palabras:
"Así pues, amados hermanos míos, venid al Señor, el Santo. Recordad que sus sendas son justas. He aquí, la vía para el hombre es angosta, mas se halla en línea recta ante él; y el guardián de la puerta es el Santo de Israel; y allí él no emplea ningún sirviente, y no hay otra entrada sino por la puerta; porque él no puede ser engañado, pues su nombre es el Señor Dios.
Y al que llamare, él abrirá; y los sabios, y los instruidos, y los que son ricos, que se inflan
a causa de su conocimiento y su sabiduría y sus riquezas, sí, éstos son
los que él desprecia; y a menos que desechen estas cosas, y se
consideren insensatos ante Dios y desciendan a las profundidades de la humildad, él no les abrirá.
Vemos que necesariamente el portero era una representación del Salvador, puesto como hemos indicado las escrituras dicen claramente: "y allí él no emplea ningún sirviente". Además vemos que se le indica a José que Jesús era el mediador entre Dios y el hombre y además él sería el abogado ante el Padre.
Es interesante como en este sueño se ve que el destino del hombre es perecer o ser salvados por la expiación de Jesucristo, en lo que atañe a las cosas espirituales:
"Porque la expiación satisface lo que su justicia demanda de todos aquellos a quienes no se ha dado la ley, por lo que son librados de ese terrible monstruo, muerte e infierno, y del diablo, y del lago de fuego y azufre, que es tormento sin fin; y son restaurados a ese Dios que les dio aliento, el cual es el Santo de Israel.
¡Pero ay de aquel a quien la ley
es dada; sí, que tiene todos los mandamientos de Dios, como nosotros, y
que los quebranta, y malgasta los días de su probación, porque su
estado es terrible!
...Y en fin, ¡ay de todos aquellos que mueren en sus pecados!, porque volverán a Dios, y verán su rostro y quedarán en sus pecados.
...Preparad vuestras almas para ese día glorioso en que se administrará justicia al justo; sí, el día del juicio, a fin de que no os encojáis de miedo espantoso; para que no recordéis vuestra horrorosa culpa con claridad, y os sintáis constreñidos a exclamar: ¡Santos, santos son tus juicios, oh Señor Dios Todopoderoso;
mas reconozco mi culpa; violé tu ley, y mías son mis transgresiones; y
el diablo me ha atrapado, por lo que soy presa de su terrible miseria!"
[2 Nefi 9:26-27,38,46]
Vemos entonces la importancia de estar preparados para cuando llegue el momento de nuestro propio juicio ante Dios, experiencia que necesariamente debemos vivir.
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