"Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre."
[Moisés 1:39]
En algún momento de aquella vida preterrenal nos fue presentado el plan de Nuestro Padre Celestial que delineaba claramente el desafío que se nos presentaba, las oportunidades que tendríamos debido a nuestra existencia aquí en la tierra, las bendiciones que podríamos alcanzar en caso de tener éxito y triunfar y los castigos que podrían sobrevenirnos en caso de fracasar.
Dios sabía que como seres humanos cometeríamos errores, sabía que el pecado entraría al mundo y consiguientemente que la muerte sobrevendría sobre cada uno de sus hijos en algún momento. Sabiendo pues estas cosas, en su infinita sabiduría el nos ofreció el Plan de Misericordia, para librar nuestras almas de las garras de la muerte y el pecado. Este plan consistía en que el efecto mortífero y dañino del pecado sería contrarrestado por la expiación infinita y liberación de un Redentor, de modo que los hombres y mujeres de la familia humana quedasen para siempre libres de todas las cadenas que impidiesen su progreso eterno.
Con gozo y alegría fue recibido este plan majestuoso por los hijos de Dios:
"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes entendimiento.
cuando alababan todas las estrellas del alba,
y se regocijaban todos los hijos de Dios?"
[Job 38:4,7]
El personaje escogido para ser nuestro Redentor fue el Señor Jesucristo, como se declara en la epístola a Tito:
"aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras."
[Tito 2:13-14]
Jesucristo venció la muerte y el dolor mediante su resurrección, de manera que la vida de cada hombre y cada mujer se extenderá gratuitamente más allá del sepulcro, a esta duración eterna de la vida en un cuerpo resucitado le llamamos inmortalidad, sin embargo, eso no es todo lo que Cristo nos ofrece, adicionalmente el efectúo una expiación infinita por cada uno de nosotros, para ayudarnos a librarnos de nuestro pecados personales y de ese modo estar a cuentas con Dios, tal como lo declaró el profeta Isaías:
"Lavaos, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo.
Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, socorred al oprimido; haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.
[Isaías 1:16-18]
Tales han sido las palabras de Dios a los profetas respecto de la responsabilidad que tiene cada ser humano de esforzarse para quedar libre de los efectos nocivos del pecado, es una responsabilidad ineludible el estar continuamente preparándonos para ser aprobados por aquel que nos concedió la oportunidad maravillosa de venir a ejercer nuestro albedrío e inteligencia en este mundo. Por consiguiente, dado que todos cometemos errores en esta vida, nos vendría muy bien nunca olvidarnos de un principio básico y clave que nos sacara de aprietos: "El arrepentimiento".
El verdadero arrepentimiento consiste en un maravilloso cambio de actitud que proviene de la fe y amor en el Señor Jesucristo, el hombre o mujer que verdaderamente se arrepiente está dispuesto a cambiar todas las cosas en su corazón y modo de pensar que no están de acuerdo con los mandamientos y enseñanzas de nuestro amado y misericordioso Dios, teniendo desde entonces una disposición total a abandonar los malos comportamientos de los que previamente haya sido presa, ejercitando su mente y su cuerpo para abandonar los vicios y decidiendo completamente seguir la rectitud y las buenas obras, sin importar las burlas o vergüenzas que el mundo le presente debido a este excelente cambio de actitud.
El Señor Jesucristo se refirió a la importancia del arrepentimiento de cada persona en este mundo:
"Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento."
[Lucas 15:7]
Es decir, el mayor gozo para aquellos que moran en el cielo viene en la medida en que los hombres abandonan completamente sus pecados, logrando así el propósito de su existencia mortal en la tierra: La obediencia a los mandamientos de Dios.
En cuanto un hombre ha ejercido la fe en Jesucristo, habiendo sido por tanto impulsado a arrepentirse de sus propios pecados para ser perdonado por el Señor y limpiado mediante su Expiación, entonces un nuevo requisito se presenta inequívocamente a todos por igual: El Bautismo.
El Bautismo es un requisito esencial para cada persona, Jesucristo lo enseñó claramente así:
"Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios."
[Juan 3:5]
Ese es el nivel de importancia con el que Jesús el Salvador se refirió a esta ordenanza inicial y se refirió a dos formas de bautismo, un bautismo en el agua y un bautismo por medio del Espíritu.
Nuestro padre Adán fue el primero en recibir esta importante ordenanza:
"Y cuando el Señor hubo hablado con Adán, nuestro padre, sucedió que Adán clamó al Señor, y lo arrebató el Espíritu del Señor, y fue llevado al agua, y sumergido en el agua, y sacado del agua.
Y de esta manera fue bautizado, y el Espíritu de Dios descendió sobre él, y así nació del Espíritu, y fue vivificado en el hombre interior."
[Moisés 6:64-65]
Se distingue claramente en esta escritura la forma en que Adán recibió los dos tipos de bautismo.
En la actualidad en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se efectúa la ordenanza del bautismo por inmersión y posteriormente a cada persona que haya cumplido ese primer requisito se le confiere el don del Espíritu Santo, este es el derecho de tener la influencia constante del Espíritu Santo en su vida, en otras palabras, es el llamado "bautismo de fuego".
Sin duda hay muchas cosas más sobre las cosas que nuestro Dios ha planeado para nuestra probación terrenal, pero estas son las básicas que debemos lograr: La Fe en Jesucristo el Redentor, el Arrepentimiento de Nuestros Pecados y el Bautismo por Agua y la recepción del Espíritu Santo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario